Copas de Yate (Vol. 1) (Cultura Rock Records)

Por quique

Copas de yate: un ladrón de guante blanco llamado Quique González Empecemos desvelando el misterio: el nuevo disco de Quique González se titula Copas de yate como guiño a la película Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto (Gary Fleder, 1995). «En la película muchas veces se saludan diciendo “copas de yate”, que en el ámbito carcelario es como decir: “Algún día, cuando salgamos de aquí, tomaremos copas de yate”. Tiene que ver con el disfrute y con la libertad, y me parecía que encajaba con el concepto de este disco: grabar unas cuantas canciones que nos gustan simplemente para disfrutar y salir un poco de lo tuyo», explica Quique. No es de extrañar que utilice el argot carcelario en un disco en el que demuestra sus grandes dotes de «ladrón», realizando ocho estupendas versiones que le sirven para desengrasar después de su último disco, Sur en el valle (Cultura Rock / Varsovia!!Records, 2021), y como laboratorio de pruebas de cara al próximo. «Cuando grabas canciones de otros tienes menos presión, porque no te cuestionas las canciones, y eso te da más libertad para decidir, para arriesgar, para buscar formas diferentes», reflexiona Quique. Esa es la premisa que hay detrás de Copas de yate (Cultura Rock / Varsovia!!Records, 2023), ocho canciones absolutamente eclécticas que ha llevado por completo a su terreno. Algunas las conocía desde hace treinta años y otras las descubrió días antes de grabarlas, pero todas tienen algo en común: «Quería elegir canciones que me gustaran muchísimo, que me viera capaz de hacerlas sonar y llevarlas a mi sitio. Son canciones que me gustan, que me emocionan, y con las que he salido de lo previsible, que hubiera sido hacer canciones de Joaquín [Sabina], de Antonio [Vega], de Enrique [Urquijo], de Serrat…». Precisamente, en 2022 hizo una preciosa versión acústica del “Considerando” de Rafael Berrio para su disco de homenaje, La vida que amo (2022), que pudo encender la chispa para estas versiones. De aquella chispa, esta hoguera, que arranca con un primer single titulado “A la media luna”, una canción que Juan Perro incluyó en su disco La huella sonora (1997), y que Quique ha ennegrecido y vestido de soul, funk y góspel, con los vientos y los coros de las Golden Girls. «Me gustan mucho las canciones más rockeras de Santiago [Auserón], he escuchado mucho sus primeros discos en solitario porque compartimos oficina en Hook los primeros años», recuerda Quique. En ella está, precisamente, el leitmotiv de este disco: perseguir la huella sonora. Quique ha buscado su propio rastro en canciones de otros, todas en castellano, confeccionando un repertorio de lo más variopinto e inesperado. Es el caso de “Jacques”, un homenaje que le hizo Luis Eduardo Aute a Jacques Brel en su disco Slowly (1992), cuando en España casi nadie conocía al compositor belga. Ahí se detiene Quique, en el recodo más insospechado de un Aute del que podría haber interpretado “De alguna manera” —que inspiró algún verso de “Salitre”— o “Las cuatro y diez”. Pero Quique escoge una rareza, una balada urgente que tocó una vez en un homenaje a Aute en Barcelona. «Me parece brutal, tiene una vida la canción, una letraza…», defiende. Una letra tierna y pícara, al mismo tiempo, que hace suya con una voz conmovedora, en la que podemos escuchar hasta su respiración. Otra de las elegidas ha sido “Fractales”, de Josele Santiago (Lecciones de vértigo, 2011). «Esa canción es monumental. Habla de un tipo al que le da un brote psicótico en la calle. La he pasado un poco por el Dylan de los últimos años, que tiene unas baladas que me encantan, y hay coros gospelianos de las Golden Girls. Creo que es nuestra favorita, la de todos», dice, refiriéndose a su banda. Y no es de extrañar, viendo cómo ha crecido en sus manos, desbordando emoción por los cuatro costados, sonando tan Quique —hasta el puente— que casi cuesta creer que la canción no sea suya. La única que viene del otro lado del charco es “De mí”, del rockero argentino Charly García (Filosofía barata y zapatos de goma, 1990). «Es muy difícil versionar a Charly porque tiene muchísima personalidad, sus canciones son muy complejas y sus arreglos son muy personales, muy originales. Esta es un poco más sencilla, en cuanto a estructura y composición. Me interesaba, no sé si acercarlo a este lado del charco, porque la versión suena a los setenta, pero sí desnudarla de ciertos sonidos: sintetizadores, reverb… Quería sacarla un poco del rock argentino y acercarla más a nuestra forma. Sigue manteniendo el esqueleto, que es lo fundamental. Es una canción maravillosa», sostiene Quique, que la pasa por un tamiz casi fronterizo, con destellos eléctricos. Quizá la menos inesperada sea “La casa cuartel”, de Kiko Veneno (Está muy bien eso del cariño, 1995), una canción que Quique ya probó durante las sesiones de Pájaros mojados (Polydor, 2002), aunque entonces no la terminó de grabar. También la ha tocado en directo, incluso acompañando a Kiko en un concierto que dio en Cantabria en su gira con Ariel Rot. La versión que hacía en los conciertos, a guitarra y voz, fue el germen de la que hay en Copas de yate, donde le acompaña la banda de forma muy medida, subrayando con unos toques muy precisos la belleza que desprenden la guitarra y la voz de Quique. «Es a la manera que yo la siento, tampoco puedes huir mucho de tu voz y de tu manera de cantar y de tocar. Es como la hacía yo, pero con banda», dice. Y mejor que no huya, porque ahora suena sobrecogedora y reconfortante. Tanto que te quedarías a vivir en ella hasta que desaparece, a pesar de la tristeza. Y como el disco va de canciones hermosas, ahí está también “Herida y cicatriz”, de Fabián D. Cuesta (La fe remota, 2015), reivindicando el talento del autor más joven y menos mediático de Copas de yate. «Fabián es una especie de tesoro escondido de la música…

Sur en el valle» (Cultura Rock Records / Varsovia!!! Records, 2021)

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“Sur en el valle” (Cultura Rock Records), es el decimotercer disco de Quique González. El compositor  madrileño, tras más de dos décadas de trayectoria, vuelve a entregarnos una nueva colección de canciones cocinadas a fuego lento en los Valles Pasiegos. La edición física se publica en formato digipack asi como en vinilo con CD incluido. También está disponible en edición digital. Encuéntralo AQUÍ. “Sur en el valle”, grabado en noviembre de 2020 en La Casa Murada y producido por Toni Brunet, es un disco reposado y de trago largo, más reflexivo que narrativo, en el que la naturaleza y los escenarios condicionan el diálogo interior que hila estas 11 nuevas canciones (y una pista escondida). Tiene un sonido orgánico, directo y una energía contenida que maneja una fantástica banda que pone especial atención a las dinámicas. Un poco más alejado de los sonidos a la americana de otros discos de Quique, “Sur en el valle” busca nuevos paisajes sonoros y otorga mayor protagonismo a instrumentos acústicos como el contrabajo (Jacob Reguilón) y la guitarra clásica de Brunet. Viejas acústicas Gibson, Wurlitzer y Hammond a cargo de Alejandro “Boli” Climent o David Schulthess “Chuches” (Morgan) y las elegantes baterías de Edu Olmedo nos acompañan en este viaje. La gran Carolina de Juan “Nina” (Morgan) también ha participado en este trabajo cantando en cuatro de las canciones. Después de “Puede que me mueva” y “Jade”, ya podemos escuchar al completo “Sur en el Valle”, escrito en su mayor parte el pasado año dentro de una vieja furgoneta GMC Vandura aparcada en lo alto de una colina, ideal para escucharlo mientras conducimos y sentir que el viento sur nos brinda más preguntas que respuestas.

PUEDE QUE ME MUEVA

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«Puede que me mueva» es el nuevo single de Quique González, adelanto de su próximo disco de estudio que verá la luz en otoño de 2021. Se publica en edición limitada de vinilo 7″ el 11 de junio de 2021. Incluye cara B inédita y reservada expresamente para esta edición, por lo que no fomará parte del disco larga duración. «Puede que me mueva» estará disponible únicamente en tiendas de discos independientes, así como en la web de Quique González.

LAS PALABRAS VIVIDAS (Cultura Rock Records / Varsovia!!! Records, 2019)

Por quique

Cómplices de la poesía, la música y la vida El valle trae un aroma de flores frescas y eucalipto y el sonido de los cencerros de las vacas desayunando en los pastos. Deben de ser cerca de las diez de la mañana de un viernes soleado de julio en Cantabria y, mientras la bruma que dejó el amanecer termina de disiparse, sobre la mesa del jardín de la casa de Quique González cercana a Villacarriedo humean dos tazas de café, la suya y la de su colega César Pop. Ambos se despertaron hace un rato y ya se han colgado sus guitarras como el día anterior, cuando también las abrazaron hasta entrada la madrugada. La cosa es seria, hay canciones a medio nacer y, en tales circunstancias, ellas dictan los tiempos marginando a los relojes. Se trata de las canciones que Quique está musicando con ayuda de César sobre las letras que últimamente le envía su amigo Luis García Montero. No son poemas, sino canciones escritas expresamente por el poeta granadino para que el músico madrileño las haga suyas. Son una especie de regalo, al menos como tal las toma Quique González cuando habla de ellas antes de adentrarse junto a César Pop en un universo de acordes y palabras, buscando insistentemente entre las seis cuerdas las notas precisas, igual que exploradores embarcados en aquella nave de los locos que evoca uno de los textos de García Montero, ansiosos por llegar a puerto pero, al mismo tiempo, disfrutando con intensidad de la travesía. Esta escena sucedió hace varios veranos, lo que da idea del largo recorrido que ha trazado el proyecto de Quique González junto a Luis García Montero hasta materializarse en el disco ‘Las palabras vividas’, a la venta el 18 de octubre de 2019. Desde que el poeta comenzara a enviar letras al músico, éste ha publicado dos discos y realizado al menos tres giras con proyectos exclusivamente propios. Por su parte, el catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada y hoy director del Instituto Cervantes también ha seguido su prolija actividad publicando poemarios, novelas, artículos en prensa e incluso liderando proyectos políticos. Pero, mientras tanto, ninguno de los dos ha abandonado nunca esta idea de disco conjunto, que es fruto de su vieja amistad nacida a comienzos de siglo, a raíz de que Quique escribiera la canción ‘Aunque tú no lo sepas’ inspirándose en el poema homónimo de García Montero incluido en el libro ‘Habitaciones separadas’. ‘Las palabras vividas’ es una obra inusual. Hay abundantes antecedentes de artistas que han musicado a poetas, pero es menos habitual que uno de estos se ponga en la piel del escritor de canciones para crear textos líricos destinados a ser completados con música. Y ahí es donde Quique González se enfrenta quizás a uno de los mayores retos de su carrera, el de asumir como propia la voz de su amigo quien, a su vez, cede su corazón poético para que palpite en el pecho del músico. De todas las dificultades que entraña un proyecto artístico de este calibre, más incluso que la complicación extraordinaria de concebir melodías a la medida de versos ya creados e inamovibles, quizás la mayor sea conseguir que el resultado final, la canción que aúna la música y la palabra, conserve la credibilidad de lo que expresa. Y ese reto, tan arriesgado, está superado en ‘Las palabras vividas’. Estamos ante el primer disco de Quique González en el que el músico no es el autor de los textos y, sin embargo, podría serlo, de tan naturales que suenan en su interpretación de los mismos. Esto prueba una cosa: ambos autores, poeta y músico, se mueven en similares terrenos sentimentales y están influidos de forma mutua por la obra del otro. Los dos se duelen de las mismas heridas, celebran las mismas victorias, se rompen por las mismas costuras. Para uno la poesía es una necesidad de la misma manera que para el otro lo es la música. Y ninguno de los dos concibe la vida sin ambas cosas. La música y la palabra, habitaciones separadas pero comunicadas. A García Montero, estandarte de aquella ‘poesía de la experiencia’, se le considera el poeta de lo cotidiano. González admitiría idéntico calificativo como músico. Ambos son especialistas en crear imágenes y voces aparentemente ajenas para narrar historias propias. Historias que en realidad son universales porque la labor de los poetas, y también la de los músicos, no es contar a los demás lo que solo ellos sienten, sino lo que los demás sentimos y no acertamos a contar. En ‘Las palabras vividas’, Luis García Montero dota a cada una de las canciones de un alma propia y a la vez común al resto. Con predominio de la primera persona, en todas sobrevuelan un aire de melancolía y la emoción por lo vivido, que se expande sin limitaciones en la personal voz de Quique González y en la atmósfera musical con la que éste ha sabido envolverlas. Solo García Montero conoce el precio de escribir, por ejemplo, ‘Canción con orquesta’, en tiempo y en dolor; y únicamente González sabe la cantidad de horas de trabajo dedicadas a convertir ese texto magnífico en la gran pieza musical que finalmente es. Uno de los momentos cumbre de este disco, sin duda, como también lo es ‘Todo se acaba’, seis minutos de canción que, sin embargo, se hacen cortos. La riqueza de las imágenes y metáforas utilizadas por el poeta para desgranar lo inevitable de la derrota brilla aquí de una manera absoluta con la música. Es un monumento de canción. ‘La nave de los locos’, que abre el álbum, y, sobre todo, ‘El pasajero’ y su luminosidad del Sur, que nos remite a ‘Salitre’, son los dos medios tiempos más cercanos a los parámetros musicales que suele manejar el músico y en los que más reconocible se presenta. En ‘Mi todavía’, ‘Qué más puedo pedirte’ o ‘La canción del pistolero muerto’ lo hace prácticamente al desnudo. ‘Bienvenida’, con…

“Me mata si me necesitas” (Cultura Rock Records, 2016)

Por quique

Hay que buscar el punto de partida de la grabación de Me mata si me necesitas en «Clase media», canción que Quique González decide grabar en los estudios Blind Records de Barcelona en 2014 bajo la producción de Ricky Falkner. El madrileño queda tan contento del resultado que se emplaza a repetir equipo en su próximo trabajo. Prepara el álbum en unas sesiones en su casa de Villacarriedo (Cantabria) y con el grupo que le lleva acompañando desde la gira de Delantera Mítica, Quique se encierra en La Casamurada de Tarragona para grabar las diez canciones que forman su nuevo trabajo. Eduardo Ortega (guitarras, violín, mandolina, coros), Eduardo Olmedo (batería), José María “Pepo” López (guitarras) y Alejandro Climent “Boli” (piano, Hammond), a los que se unen las colaboraciones puntuales de Santos Berrocal (percusión), Joan López (Congas) César Pop (piano, acordeón), Caroline Morgan (voz) y el propio Falkner (piano, Hammond, bajo, coros) dan forma a algunos de los mejores temas que nunca ha escrito González, la mitad de ellos en colaboración con su habitual compañero de fatigas, el citado César Pop.  Canciones a flor de piel como la inicial «Los detectives» que además, en esta ocasión, da nombre a la banda. O como «Se estrechan en el corazón», primer single que cuenta con esa cadencia melódica tan adictiva de las tonadas de González. La enérgica «Sangre en el marcador» con la presencia de la guitarra eléctrica en primer plano, contrasta con «Charo», una canción tan sencilla como inmensa en la que destaca la inolvidable y sorprendente presencia de la voz de una desconocida Caroline Morgan. «Cerdeña» nos muestra al Quique más íntimo y acústico que es capaz de sentenciarnos con visiones tan poéticas como “hay música por encima de la música”, mientras «Ahora piensas rápido» nos devuelve la instrumentación para ya no abandonarnos. «Orquídeas» es uno de esos medios tiempos que tan bien domina González y «Relámpago» conserva toda la esencia de los grupos de rock norteamericano de los noventa que tanto han influido al músico. Se cierra el álbum con «No es lo que habíamos hablado», una muestra de cómo los detalles musicales pueden engrandecer una canción que reúne todas las marcas de fábrica de Quique, para acabar con la sobrecogedora «La casa de mis padres» con una letra de la que es difícil recuperarse.  Diez canciones con las que gozas, sufres, ríes, tiemblas, recapacitas, odias, disfrutas, lloras…Finiquitadas, de nuevo, en Blind Records y cuyo adelanto en forma de canción ve la luz el 5 de febrero con «Se estrechan en el corazón” para llegar a las tiendas el 4 de marzo de la mano de Cultura Rock Records. En formato CD y también en vinilo. Como esos discos de antes que tanto gustan y definen a Quique González. Carne de escenario. Dispuesto a pisarlos, de nuevo, el 1 de abril en una gira de presentación que tiene en Pamplona su punto de partida. Que siga la música. Eduardo Izquierdo Cabrera